martes, 18 de octubre de 2011

La Reencarnacion a la Luz de la Biblia - Part II


Segunda entrega de este interesantísimo estudio acerca de las referencias bíblicas en torno a la reencarnación. pone de manifiesto los conocimientos que los antiguos santos de la Cristiandad tenían sobre la existencia de vidas pasadas, ocultos durante buena parte de la historia por un velo incomprensible por parte de una Iglesia extremadamente autoritaria y represiva.
 Por: Caio Cesar Sampaio


Durante muchos siglos, las autoridades y los dogmas de la Iglesia raramente fueron contestados. Por una parte, porque todos los que lo intentaron recibieron un tratamiento doloroso y poco Cristiano y, por otra parte, porque los primeros líderes que lucharon para aumentar el poder de la Iglesia, probablemente juzgaron que la idea de un cielo y de un infierno inmediatos les otorgaba más poder y autoridad que la de enseñar la doctrina de la reencarnación, ya que ésta promete no solamente una segunda oportunidad, sino muchas otras. Se hace difícil modificar o invertir un Dogma instituido. Por este motivo, determinadas corrientes cristianas están encarceladas en una “jaula teológica” predeterminada. 
La idea de la reencarnación fue aceptada en principio por los proto-cristianos, o por lo menos,  por aquellos que conseguían entenderla. De entre los llamados “Padres de la Iglesia”, fueron muchos los que la aceptaron o especularon acerca de esta cuestión. Durante los cinco primeros siglos después de Cristo. 
entre los cristianos nunca se pensó que la reencarnación podría ser contraria a las enseñanzas del Maestro Jesús.
San Jerónimo (331-420) subrayó la necesidad de las vidas sucesivas. San Agustín (354-430) se preguntó “¿no viví en otro cuerpo antes de entrar en el seno de mi madre?”. Clemente de Alejandría (150-213), padre de la Iglesia griega, declara que la reencarnación o “metapsicosis” es una verdad transmitida por la tradición y autorizada por San Pablo. San Gregorio de Nisa (332-398) afirmó que el alma inmortal debe ser curada y purificada y que, si ésto no se produce durante su vida terrenal, tendrá lugar en sucesivas vidas futuras. San Justino (100/114 – 162/168), en sus obras habla de que las almas habitan más de una vez en un cuerpo humano.Orígenes (186-254) desarrolla largamente el tema de la reencarnación, cuestiona que las desigualdades de condiciones entre los hombres tales como el talento y la moralidad provienen de vidas anteriores. Analiza también la historia de los gemelos Esaú y Jacob, en el Antiguo Testamento, y al comprobar que ya desde el seno de su madre, Rebeca, uno de los dos venía marcado con el sello del mal y por tanto repudiado, y  el otro del bien, y amado, pregunta, dado que era su primera encarnación, si ésto no resultaría una injusticia divina. Llega a la conclusión de que antes de encarnar uno tenía un pasado lleno de buenas obras y el otro un pasado de crímenes, y por tanto estima que el purgatorio es aquí donde tiene lugar, y que Dios, en su bondad y misericordia, nos concede el tiempo necesario para nuestra reforma interior.
La Biblia, según la versión que consultemos, sea católica o evangélica, presenta notables diferencias debidas a los intereses de uno u otro sector. Sin embargo coincide en varios textos en el concepto reencarnacionista. Analizaremos en esta segunda parte de nuestro estudio textos del Nuevo Testamento y las enseñanzas del Maestro Jesús. En el evangelio de Mateo, Jesús ejemplifica cual es la razón por la cual un Espíritu no vuelve a tomar de nuevo, el cuerpo en el que ya ha vivido.

“Nadie echa una pieza de paño no abatanado a un vestido viejo, porque el remiendo se llevará algo del vestido y el roto se hará mayor. Ni nadie echa el vino nuevo en cueros viejos; 
de otro modo se romperían los cueros, el vino se derramaría y los cueros se perderían; sino 
que se echa el vino nuevo en cueros nuevos, y así el uno y los otros se preservan.” 
(Mateo 9: 16-1)

En el Evangelio de Juan, Jesús recibe la visita de Nicodemo y éste le pregunta qué sería necesario para alcanzar la perfección. Jesús le responde lo siguiente:

“En verdad te digo que quién no naciere de arriba no podrá entrar en el Reino de Dios.”
Y pregunta Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar de nuevo en el seno de su madre y volver a nacer? Respondió Jesús: “En verdad, en  verdad te digo que quién no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos. Lo que nace de la carne, carne es; pero lo que nace del Espíritu es Espíritu. No te maravilles de que te he dicho: Es preciso nacer de arriba. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de donde 
viene ni adónde vá; así es todo nacido del Espíritu.” (Juan 3: 1-8)

Los sectores cristianos interpretan que cuando nos habla del nacer del agua está refiriéndose al bautismo. Entonces, ¿por qué Jesús reafirma que lo que  nace de la carne es carne y lo que nace del Espíritu es Espíritu? Esto es perfectamente coherente con el nacer del agua, porque en aquella época se le atribuía a ésta ser el origen de la materia ya que toda la vida material depende de ella, incluso nosotros los humanos. Es evidente que somos más agua que carne, es más, antes de nacer estamos nueve meses envueltos en agua en el vientre de nuestra madre.
Encontraremos una vez más en el Evangelio de Mateo que Jesús nos habla de reencarnacion de forma evidente:

" Le preguntaron los discípulos: ¿ como, pues dicen los escribas que Elias tiene que venir primero? El respondió: Elias, en verdad, esta para llegar, y, reestabelecerá todo. Sin embargo, yo os digo: Elias ha venido ya, y no le reconocieron; antes hicieron con el lo que quisieron; de la misma manera el hijo del hombre tiene que padecer de parte de ellos. Entonces entendieron los discipulos que les hablava de Juan El Bautista." ( Mateo 17: 10-13)

¿Por qué Elías no fue reconocido? Simplemente porque el Espíritu de Elías ahora animaba otro cuerpo, el de Juan el Bautista. Jesús no afirmó que Elías era Juan el Bautista, fueron los propios discípulos los que llegaron a esa conclusión. Pero todos sabemos que Jesús, tal como demostró durante su vida terrenal, tenía conocimiento de los pensamientos de los demás; por éso no contradijo a sus discípulos sino que hizo lo contrario, legitimó lo que ellos habían dicho.
Los detractores de la doctrina reencarnacionista siempre se remiten a un pasaje de Hebreos que dice:

“Y por cuanto a los hombres les está establecido morir una vez, y después de ésto el juicio.”
(Hebreos 9: 27)

En éste texto no hay ninguna afirmación contra la reencarnación como muchos aseguran. Lo que se dijo sucede realmente, pues el cuerpo en el que habita el Espíritu morirá una sola vez; ésto es válido para todas las veces que un Espíritu reencarnará: una sola muerte para cada reencarnación.
El fenómenos de la reencarnación aparece no solamente en la literatura espírita sino también en varios textos bíblicos y en las enseñanzas del Maestro Jesús. Creer en un cielo y en un infierno es creer en un dogma, creer en el juicio final es una ignorancia, creer en la resurrección del cuerpo es creer en un Dios mágico que va en contra de sus propias leyes naturales. Yo creo positivamente que existe un Dios soberanamente justo y misericordioso que nos concede a través de la reencarnación la oportunidad de deshacernos de nuestras imperfecciones, adquiriendo, 
vida tras vida, a  través de nuestra reforma interior, progreso y perfeccionamiento moral.


Referencias bibliográficas:
- Biblia Sagrada, versión directa de las lenguas originales, por Leonino Nacar Fuster y Alberto Colunga. 
Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1965. (versión Católica)
- Biblia Sagrada, traducción de las Santas Escrituras, 
textos hebreo y griego. Sociedad Bíblica de Pennsylvania , EEUU, 1967. (versión Evangélica





lunes, 17 de octubre de 2011

La Reencarnación a la Luz de la Biblia Part I

Por: Caio Cesar Sampaio

Comenzamos con este artículo, un estudio dedicado al análisis del concepto de reencarnación contenido en las Sagradas Escrituras. Como veremos, aunque la Biblia no contiene expresamente esta palabra, en numerosos pasajes encontramos referencias que nos indican que la reencarnación era comprendida mucho antes de la aparición de Jesús.

”Nada hay encubierto que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse”.
(Mateo: 10: 26)".

Muchas personas afirman de forma tajante que la reencarnación no existe. En ocasiones  argumentan que si acaso la reencarnación existiese, ésta se encontraría de forma más explícita en la Biblia. Cuando Jesús decía que examináramos las Escrituras, su intención era que profundizásemos en el estudio bíblico para que pudiésemos comprender el mensaje. En la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento existen muchas referencias al concepto de reencarnación, aunque este término no figure de forma explícita. La Biblia que hoy conocemos pasó, a lo largo de los siglos, por diversas traducciones y otras manipulaciones, obedeciendo a diversos intereses,para que tengamos una noción: El Antiguo Testamento fue escrito en arameo primitivo, después traducido al hebreo y posteriormente al griego. Del griego al latín y de éste a los idiomas actuales. Muchas veces el traductor tiene un concepto distinto al original, o su interpretación sigue una línea dogmática particular de acuerdo con los intereses de uno o de otro sector Cristiano.Los antiguos padres de la Iglesia primitiva, como Agustín, Clemente y Orígenes, enseñaban en sus obras la doctrina de vidas sucesivas y la preexistencia del alma. Orígenes, considerado el más influyente de los teólogos, afirmaba que el alma no tenía fin, que cada alma entra en este mundo fortalecida o debilitada por sus méritos o deméritos de una vida anterior, y que su obra en este mundo determinará el hogar que habitará en un mundo posterior.
Orígenes, el más influyente teólogo de la Antigüedad, afirmaba que el alma no tenía fin, que cada alma entra en este mundo fortalecida o debilitada por sus méritos o deméritos de una vida anterior, y que su obra en este mundo determinará el hogar que habitará en un mundo posterior
En el Concilio de Constantinopla del 543 d.C., las enseñanzas evidenciadas por Orígenes fueron condenadas por el emperador Justiniano, obedeciendo a sus propios intereses. Diez años más tarde, en el segundo Concilio, concretamente en una reunión extra conciliar, fueron publicados los anatemas contra Orígenes -que implican la excomunión por parte de la Iglesia contra cualquiera que afirme ideas contrarias a los dogmas eclesiásticos-. De entre esos anatemas destacaremos el primero, que dice: “contra todo aquel que asevere la preexistencia de las almas y afirme que sea posible monstruosa reconstrucción: anatema sea”.
Se podría considerar que uno de los motivos por los cuales la reencarnación fue rechazada por la Iglesia, es el convencimiento de que ésta vendría a disminuir su poder, ya que responsabiliza al individuo, y éste se vuelve realmente dueño de su propio destino. El perdón ya no viene por mediación del representante ungido de la autoridad divina, sino que es conquistado directamente a través de la Ley de causa y efecto en las vidas sucesivas, hasta que alcance la perfección vida tras vida.

Hemos separado varios textos bíblicos para su análisis y reflexión. Los dividiremos en dos partes: la primera cubre el tiempo de la Ley y de los profetas comprendidos en el Antiguo Testamento. La segunda cubre desde la llegada de Juan el Bautista y las enseñanzas de Jesús contenidas en el Evangelio, hasta los escritos de Pedro y Pablo.

Los libros proféticos de la Biblia están escritos en un lenguaje alegórico. En el libro de Job, por ejemplo, vemos la alegoría del árbol cortado (muerto) que es renovado, y en la que el escritor bíblico cuestiona si lo mismo no sucederá con el hombre. Dicha alegoría es mucho más cercana al concepto reencarnacionista (un cuerpo nuevo) que al concepto de resurrección (mismo cuerpo)

“Por qué para el árbol hay esperanza: cortado 
puede volver, sin que cesen sus renuevos. Aunque haya envejecido su raíz en la tierra y haya 
muerto en el suelo su tronco” (Job: 14, 7 y 8).
“Si el hombre muere, ¿volverá a vivir? Todos 
los días esperaré hasta que venga mi liberación”. (Job: 14, 14)

El libro de Jeremías contiene un concepto básico de la doctrina reencarnacionista: el perfeccionamiento del Espíritu. A través del uso de la metáfora de la vasija del alfarero que representa las vidas humanas, deja claro que cuantas veces sea necesario, seremos rehechos hasta que alcancemos el objetivo: reconstruir siempre nuestra jornada hasta la perfección.

 “Palabra que de Yavé llegó a Jeremías, diciendo: levántate y baja a la casa del alfarero, y 
allí te haré oír mis palabras. Bajé, pues, a la casa del alfarero, y he aquí que éste estaba 
trabajando a la rueda. Cuando se estropeaba entre las manos la vasija que estaba haciendo, 
tornaba a hacer otra vasija, según cumpliera hacerlo a los ojos del alfarero. Y me vino la 
palabra de Yavé, diciendo: ¿acaso no puedo yo hacer de vosotros como lo hace el alfarero? 
Como está el barro en la mano del alfarero, así estáis vosotros en mi mano”. (Jeremías: 18: 1 a 6)

En la siguiente alegoría, que se encuentra en diversos versículos del libro de Eclesiastés, también llamado El Predicador, y cuya autoría se atribuye al rey Salomón, hijo de David, se puede descubrir una clara referencia a la continua reencarnación de los Espíritus, al incesante ir y venir de la vida humana:
.
“Los ríos van todos al mar, y la mar no se llena; allá de donde vinieron tornan de nuevo, para 
volver a correr”. “Lo que fue, eso será. Lo que ya se hizo, eso es lo que se hará; no se hace 
nada nuevo bajo el sol”. “No hay memoria de lo que precedió, ni de lo que sucederá habrá 
memoria en los que serán después”.
(Eclesiastes: 1: 7, 9 y 119)

Continuará...

Referencias bibliográficas:
- La Sagrada Biblia, Ed. Barsa. The Catholic Press, 1965.
- La reencarnación, o Ley de Karma, Atkinson, W. W. Feliu y Susana Editores, 1920.
- Vocé e a reencarnação, Andrade, H. G., Bauru-SP, CEAC, 2002.
- Investigando la reencarnación, Algeo, I., Ed. Teosófica,1995.
- Introducción a la filosofía cristiana, Étienne, G. Ed. Encuentro, Madrid, 2009.
- Historia de la filosofía cristiana, Philotheus, B. Ed 

Ques és la Doutrina Espirita


El Espiritismo es la ciencia que trata de la naturaleza, origen y destino de los espíritus y de sus relaciones con el mundo corporal. Es a la vez, una ciencia de observación y una doctrina filosófica.

El aspecto científico, consiste en las relaciones que se pueden establecer con los espíritus,  comprende la fenomenología mediúmnica, las investigaciones experimentaciones y comprobaciones, la demostración de la realidad espiritual, la aplicación del método científico y la determinación de las leyes que rigen los fenómenos psíquicos y espirituales.

El aspecto filosófico, comprende todas las consecuencias morales que se desprenden de semejantes relaciones. Comprende el conjunto de explicaciones y respuestas que el espiritualismo da ante los grandes interrogantes básicos e históricos de la humanidad: Dios, Universo, el hombre, el alma, la vida, el amor, el dolor, la verdad, el bien y el mal, los orígenes, las finalidades, el destino, etc.

El aspecto ético o moral, se fundamenta en las enseñanzas y en la ejemplificación vivenciada, dadas por el Maestro Jesús a la humanidad como código de moral por excelencia de aplicación universal en el ámbito personal, familiar y social.

Históricamente se ubica el nacimiento del Espiritismo como doctrina propiamente dicha, de carácter científico, filosófico y moral, a partir del 18 de abril de 1857 con la publicación de la obra El Libro de los Espíritus, codificada por el pedagogo francés Hipólito León Denizard Rivail (Allan Kardec).

Este libro se constituyó en la base fundamental a partir de la cual se desarrollaría la elaboración teórica e investigativa que conformaría el cuerpo doctrinario conocido como la Codificación Kardeciana integrada por cinco libros fundamentales y otras tantas obras introductorias y complementarias.

Los libros básicos de la Codificación Kardeciana son:
"El Libro de los Espíritus", (1857);
"El Libro de los Médiums", (1861);
"El Evangelio según el Espiritismo", (1864);
"El Cielo y el Infierno", (1865) y
"La Génesis", (1869).

(Caio Cesar Sampaio)